SOBRE EL CASO DEL ARZOBISPO VIGANO. Por Joseph P. Farrell

 



 

SOBRE EL CASO DEL ARZOBISPO VIGANO

8 de julio de 2024 / Joseph P. Farrell /


Traducción de Frank G. Rubio.






https://gizadeathstar.com/2024/07/concerning-the-case-of-archbishop-vigano/



   A estas alturas la mayoría de los lectores de esta dirección de Internet habrá oído hablar de la excomunión del arzobispo Vigano, antiguo nuncio apostólico (embajador) en los Estados Unidos. Muchos de ustedes enviaron correos electrónicos con tal o cual artículo sobre la noticia, tantos que me veo obligado a comentarla. Lo hago con cierta tristeza, considerable reticencia y un cierto sentido del deber… sobre todo en este momento. He aquí la versión de la historia en CBS News:



MUNDO 


  El Vaticano excomulga al ex embajador en EE.UU., el arzobispo Carlo Maria Viganò, lo declara culpable de cisma.


 

  Un blog como éste, sobre un tema como éste, requiere poner las cartas sobre la mesa por adelantado para que la gente entienda de dónde vengo y por qué.  En cuanto a mi confesión de fe, soy Ortodoxo Oriental, aunque muchas jurisdicciones "canónicas" podrían cuestionarlo. Pero ese hecho también forma parte de mis cartas sobre la mesa, y es un componente necesario del "de dónde vengo y por qué". Como confesión de fe, ser Ortodoxo significa, por supuesto, que uno es parte de esa antigua Fe Católica e Iglesia, y como tal, uno no se adhiere a ninguna apelación de pretensiones papales, ni a ninguna doctrina impuesta a la Iglesia en conjunción con y por medio de esas pretensiones. Las pretensiones del papado a una jurisdicción universal e inmediata sobre todo el globo, y sus pretensiones a una infalibilidad en asuntos de fe y moral, sin el consentimiento de la Iglesia (“ex consensu ecclesiae”), nunca han sido, no son, y nunca serán parte del repositorio inicial de la Fe. Las doctrinas impuestas por esa falsa y engañosa autoridad incluyen una terrible modificación de la doctrina de la Trinidad (el filioque), una adhesión a un malentendido sobre la doctrina del pecado original y la imposición de dogmas tales como la Asunción Corporal de la Santísima Virgen María y el dogma de su Inmaculada Concepción… para preservarla libre de la mancha de la malentendida doctrina del pecado original. Podríamos seguir y seguir: purgatorio, venta de indulgencias, tesoro de méritos, acción supererogatoria. El catolicismo romano nunca me ha tentado. Muchos Ortodoxos creen en la Asunción del Cuerpo; otros no. En cualquier caso, la iglesia ortodoxa celebra la Dormición, su "quedarse dormida en Su Hijo y Señor", y así los iconos representan la celebración (15 de agosto). El dogma de la Inmaculada Concepción, para ser sinceros, no es necesario simplemente.


   Mi experiencia, sin embargo, me inclina a sentir gran empatía hacia los católicos romanos de mentalidad tradicional, que hacen todo lo posible por vivir una vida cristiana y ser fieles a lo que ellos entienden como los principios centrales de la fe cristiana, tal y como se articulan en el "Símbolo de la Fe": el Credo Niceno-Constantinopolitano. Simpatizo con ellos porque durante toda mi vida he tratado con iglesias que se han convertido funcionalmente, si no de facto, en apóstatas. Comenzó cuando era niño, crecí en la precursora de la moderna Iglesia Metodista Unida, la antigua Iglesia Metodista Episcopal, con su ritual y su Libro de Disciplina basados estrechamente en el “Libro de Oración Común” anglicano (Book of Common Prayer) Por aquel entonces los servicios dominicales eran hermosos, consagrados al culto, transmitían la presencia del Dios encarnado como sólo esos servicios pueden hacerlo; se encendían velas, se vestían túnicas, se recitaban credos, se cantaba “Gloria Patri” al son del “Old Hundredth”. Luego vino la "fusión" con los Hermanos Evangélicos Unidos y, de la noche a la mañana, toda esa conexión ritual con la tradición desapareció. De repente, todo se volvió "moderno", es decir: plano, unidimensional, feo, pedante y "actualizado para atraer a la juventud y estar "abierto al mundo". Yo era joven entonces y no quería nada de eso; de hecho, la única razón por la que pensaba que merecía la pena ir a la iglesia era para alejarme de la estupidez del mundo, aunque sólo fuera durante una hora. Yo no lo sabía entonces, pero la Iglesia Metodista había pasado por su propia versión del Concilio Vaticano II. Varios años más tarde, después de buscar un poco, me uní a la Iglesia Episcopal, apenas unos meses antes de que allí ocurriera lo mismo: un nuevo ritual, ornamentos feos de "arpillera del Vaticano II", un estilo de inglés plano, unidimensional, un esfuerzo por afear y eliminar toda trascendencia, y "priestettes", mujeres vestidas de sacerdotes que intentan simbolizar lo que el sacerdocio cristiano debe simbolizar: Cristo mismo. Unos cuantos episcopales tradicionalistas hicieron algo inesperado: optaron por el cisma frente a la herejía, rompieron con la Iglesia oficial, ahora apóstata, y conservaron sus antiguas costumbres, rituales y tradiciones. Yo me uní a ellos. Unos meses después, este grupo se reunió en Saint Louis, Missouri, y redactó un documento llamado “La Afirmación de Saint Louis”, en el que se establecían los principios por los que se regirían. Una de esas afirmaciones era: "Renegamos del derecho de cualquier organismo eclesiástico a enmendar, alterar o suprimir cualquiera de las siete antiguas definiciones ecuménicas de la Fe". Fue una declaración sorprendente y, en muchos aspectos, el resultado final de hacia dónde se habían dirigido los mejores impulsos del cristianismo anglicano desde la Reforma. Para mí, esa declaración me condujo a la Ortodoxia Oriental, porque sobre la base de sus propios principios, uno ya no podía aceptar el filioque como autoridad. Durante ese tiempo había visto al arzobispo Marcel Lefebvre liderar una oposición tradicionalista en la Iglesia romana, aferrándose tenazmente a la misa en latín, hasta que, finalmente, muchos años después del Vaticano II, él también fue excomulgado.


https://anglicancatholic.org/mt-content/uploads/2020/10/the-affirmation-of-st.-louis.pdf



  Lo que todo esto significa, al menos en mi caso, es que siento una gran simpatía y empatía por los luteranos, presbiterianos, anglicanos y católicos romanos tradicionalistas, que intentan defender sus tradiciones, porque la raíz de esas tradiciones se remonta a ese período de tiempo anterior a que el papado dividiera a la Iglesia intentando imponer sus pretensiones a todos los demás, quienes, conociendo un poco la historia de la Iglesia, las rechazaron con razón y justificación.    

  Cuando uno examina los escombros, las carnicerías… dejadas tras aquellas pretensiones, o tras el Concilio Vaticano II, hay una cosa, y sólo una, que permanece del "catolicismo romano tradicional", y son las propias pretensiones papales. En el siglo XIX, los críticos de las doctrinas del Vaticano I plantearon objeciones sobre la inminente definición de la infalibilidad, señalando que consagraría un falso principio en el corazón de la Iglesia romana, y que todas las demás doctrinas se quedarían por el camino, siendo la infalibilidad y la sumisión a Roma los puntos importantes. Y aquí estamos, participantes de una especie de sueño húmedo retorcido del Unam sanctam de Bonifacio VIII, y esa declaración singularmente poco cristiana: "Por lo tanto, declaramos, definimos y pronunciamos que es totalmente necesario para la salvación que toda criatura humana esté sujeta al Romano Pontífice". Sujeto a, no en comunión con. Sujeto al Romano Pontífice, no siguiendo las enseñanzas de Cristo y de la Iglesia. Para Bonifacio, era el papado mismo el que importaba no Cristo.


  Para decirlo de la forma más directa y sencilla posible: el problema central de la decadencia de Occidente, y de la Iglesia en general, es el papado. El papado, sus pretensiones y las hipocresías resultantes, son el problema.


  Y así llegamos al triste caso del arzobispo Vigano. Observe lo que la versión de la historia de la CBS realmente afirma:


   “Un conservador incendiario que se convirtió en uno de los críticos más ardientes del Papa Francisco ha sido excomulgado por el Vaticano. El arzobispo Carlo Maria Viganò, que una vez se desempeñó como embajador del Vaticano en los EE.UU., fue declarado culpable de cisma. La oficina de Doctrina del Vaticano (Dicasterio para la,Doctrina de la Fe) impuso la pena tras reunirse sus miembros el jueves, según informó el viernes un comunicado de prensa.


La oficina citó la "negativa de Vigano a reconocer y someterse al Sumo Pontífice, su rechazo a la comunión con los miembros de la Iglesia sometidos a él y a la legitimidad y autoridad magisterial del Concilio Vaticano II", como razonamiento para la sentencia.


   La excomunión vaticana significa que Vigano está formalmente fuera de la Iglesia, y no puede celebrar ni recibir sus sacramentos, por haber cometido uno de los delitos más graves del derecho canónico: el cisma. Un cisma se produce cuando alguien se retira de la sumisión al Papa o de la comunión de los católicos que le están sometidos.


   Se considera especialmente peligroso para la fe porque amenaza la unidad de la Iglesia. Y de hecho, Vigano había creado un grupo de seguidores de ideas conservadoras y tradicionalistas afines a lo largo de los años, a medida que profundizaba cada vez más en las teorías de la conspiración sobre todo, desde la pandemia del coronavirus, a lo que él llamaba el "Gran Reset" y otras ideas marginales.”


   Nótese que Vigano, en efecto, está siendo excomulgado por adherirse a las doctrinas y piedades católicas romanas tradicionales en áreas de la Fe no relacionadas con las pretensiones papales.  Nótese que está siendo excomulgado por cuestionar los resultados del Concilio Vaticano II, por no "someterse al Sumo Pontífice".  Pero, ¿qué pasa cuando el Pontífice se equivoca? ¿Qué pasa cuando los Concilios se equivocan?  En el sistema papal, no hay recurso. Una Iglesia abierta al mundo, zarandeada por cualquier viento de doctrina, está bien. Romper o cuestionar la autoridad suprema, no lo es. Es la contraparte eclesiástica de la actual "presidencia avatar" en los EE.UU.; siendo irreformable, es incapaz de arrepentimiento genuino y reconocimiento de error... y sabemos con quién esos rasgos diabólicos están más apropiada y justamente asociados... debe aferrarse al poder, lo que no puede hacer si reconoce sus errores.


   Nótese también, que Vigano -en lo que concierne a CBS News- cometió la herejía de no creer "las narraciones" que reciben la sanción de "El Sumo Pontífice", como la plandemia, el gran reseteo. Perdón por la pregunta, pero ¿el carisma de la infalibilidad se extiende ahora a estas preocupaciones puramente mundanas porque la Iglesia está abierta al mundo, y debe tener cuidado de no relegarse a sí misma a la irrelevancia cuestionando hacia dónde quiere la Globalización de la Tontería (Sr.Globaloney)? ¿No será el Globalismo la cuestión? Las pretensiones del papado son globales. También lo son las del Sr. Globaloney y sus agendas. Tarde o temprano, tenían que hacer causa común...


...así que no esperen mucho del cristianismo tradicional -católico romano o de otro tipo- por parte del papado. Es una institución conquistada, y sus pretensiones son una mera indicación de la fuerza diabólica que la capturó, y cuándo.


   Todo esto -mientras observo con cierta inquietud las afirmaciones similares que han hecho en las últimas décadas los obispados dentro de la Iglesia Ortodoxa- en realidad me da motivos para la esperanza y, de hecho, se ha convertido en un núcleo central de mis propias creencias personales. En la raíz de todo ello hay una esperanza salvaje, insana, loca y desamparada, en medio de esta desesperanza, de que el caso de Vigano sea un timbre de alarma, un acontecimiento que despierte eventualmente a toda la cristiandad occidental, y que la gente llegue a comprender que abandonar un obispado apóstata -no importa lo elevados, antiguos ni lo altas que puedan ser sus (espurias) pretensiones- pueda ser no una opción, no una opción, sino un deber exigido por el bautismo. Durante el rito del bautismo, los individuos o sus padrinos juran defender y vivir la fe que se les entrega, y esa fe que se entregaba en aquellos antiguos ritos del bautismo, era el credo. No hay ni una pizca de mención a las pretensiones papales -ni una- en ese credo, ni en ningún rito de bautismo, incluido el antiguo romano.


   Hay dos versículos en las Escrituras que me dan cierta esperanza de que tal vez esto no sea un final para el arzobispo Vigano, sino un comienzo para las apóstatas y vacías iglesias occidentales. Uno de ellos es Jeremías 6:16: "Así ha dicho el Señor: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, dónde está el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestras almas. Pero ellos dijeron: No andaremos por ella".  Uno no puede dejar de notar que el "ellos" en la última parte de este versículo serían Francisco y sus secuaces, o sus homólogos en otras iglesias, los Obispos Pikes, los Bultmanns, los Bartholomaioses, los vendedores ambulantes de la "crítica superior" y otras técnicas de deconstrucción, los Altizers, y así sucesivamente. El otro versículo que tengo en mente, viendo el triste caso del Arzobispo Vigano, es San Mateo, 3:9: "Y no penséis decir dentro de vosotros: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede, de estas piedras, suscitar hijos a Abraham".  Las iglesias de Occidente se están vaciando en proporción directa a su apostasía; sus sacerdotes están siendo reemplazados por pastores evangélicos que adoptan abiertamente el atuendo clerical que ellos han desechado. Han mirado a Medusa y se han convertido en piedra.


   Tal vez, entonces, sea el momento de rezar por su restauración a la plenitud de esa antigua fe, de rezar por un retorno al Mero Cristianismo de C.S. Lewis, con lo que él quería decir algo muy parecido a lo que sus descendientes anglicanos tradicionales de Norteamérica querían decir en la “Afirmación de Saint Louis”, y repudiar el derecho de cualquier organismo eclesiástico a enmendar, alterar o suprimir cualquiera de las siete antiguas definiciones ecuménicas de la fe.


   Y sí, señor Bergolio, esto le incluye a usted.


   Concluyo con otra anécdota que solía oír a varios clérigos, en particular a los que se empeñan en defender lo que, por lo demás, son instituciones cada vez más apóstatas.  La historia favorita es que la Iglesia es como un gran transatlántico. "¿Preferiría usted", preguntan los narradores de la historia, "cruzar el océano nadando por su cuenta, o tiene más posibilidades subiéndose al transatlántico?".  Se supone que debes responder que prefieres estar en el transatlántico, por supuesto. Y así, voilá, se argumenta en contra del "cisma" y a favor del "verdadero transatlántico"...


... excepto que a veces los humanos nos jactamos orgullosamente de que Dios mismo no puede hundir nuestro nuevo y brillante trasatlántico, porque ha sido diseñado infaliblemente.  Pero entonces choca con un iceberg y se hunde, llevándose a todos los que se aferran a él, mientras que sólo los que están en el cisma del transatlántico sobreviven en sus pequeños botes salvavidas ....


Comentarios

Entradas populares de este blog

ARDE AMÉRICA: Historia del magnicidio de JFK. Por Guillermo Mas Arellano.

PETARDOS HAUNTOLÓGICOS. Por Frank G. Rubio