PRELIMINARES A UNA GUERRA ANUNCIADA. Por Frank G. Rubio
PRELIMINARES A UNA GUERRA
ANUNCIADA
Me
apena que gente que uno ha conocido en una época de frágil decencia, pero
decencia al fin y al cabo, se hayan convertido en verdaderos puercos asesinos
dispuestos a defender cualquier cosa con tal de no perder la manutención de
izquierdas.
Fernando
Savater.
Trataré de exponer con cierta coherencia algunos materiales
que recopilé y utilicé en el debate que ocupó una reciente sesión de Pura
Virtud, el programa cultural de corte literario que lleva con raro acierto,
dados los tiempos que corren, Guillermo Mas Arellano. Con él departí de
modo ligero y espontáneo sobre una serie de temas. No soy de los que creen que
los recursos audiovisuales sean vehículo
adecuado para difundir pensamientos complejos sobre nada, incluso sobre algo
tan contaminado por las simplificaciones periodísticas como la política. La
pantalla es una superficie de proyección donde fundamentalmente, salvo para
espectadores muy avisados, cabe solo una y muy limitada experiencia de
identificación o participación emocional. La abundancia de pantallas y las
horas pasadas ante ellas están directamente relacionadas con la feminización de
nuestra sensibilidad. Salvo los vampiros todo el mundo se refleja en los
espejos, eso sí: a la inversa.
No es raro que observadores avisados de las realidades
políticas señalen como se está produciendo un abandono y una neutralización de
lo político. Los despotismos seculares o teocráticos apenas dejan lugar a este
espacio que ha definido en gran medida, desde los griegos, la historia o las
historias de Occidente. Jerónimo Molina (jurista, polemólogo e
historiador) de quien echamos mano en diversos momentos del programa para
tratar determinadas cuestiones, es una de las mentes más agudas del panorama académico actual sobre cuestiones
politológicas y señala como los conceptos políticos requieren una depuración
(higiene) para mejor aplicarlos sistemáticamente a lo que nos pasa. Y una de
las cosas que nos está pasando es la deriva del estado autonómico hacia un
entorno federal. Un autentico cambio de régimen producido con sordina.
En este episodio no hicimos demasiado hincapié sobre ello,
remito pues desde aquí al lector a los trabajos de Javier Torrox sobre la cuestión. Es difícil
no estar de acuerdo con Jerónimo Molina cuando afirma que el PSOE lleva más de
un siglo arrastrando a la nación por donde no quiere ir. Pero no nos engañemos
no está solo en esto. Los resultados de las últimas elecciones han creado una
crisis anexa: el PSOE, a pesar de la oferta del líder de la oposición, va a
preferir coaligarse con formaciones independentistas para mejor avanzar hacia
la solución federal. Tampoco es nada raro que pretenda asentarse unos cuantos
años, tras los ocho de Mariano Rajoy, y sacar todo tipo de
réditos a su victoria electoral. Olvídense que haya ningún propósito por parte
de los partidos que gobiernan en perseguir nada parecido al interés general o
al bien común, sería incompatible con ganar elección alguna porque se
alienarían sus respectivas bases clientelares. Cada uno la suya. El uso
retorico y declamatorio de conceptos moralizantes, ahora lo llaman “guerra
cultural”, crece no obstante y genera un ambiente irrespirable, por lo menos
para quien es capaz aun de distinguir verdades de mentiras y no trata de
arrimar el ascua a su sardina en el marco del mal llamado Estado del Bienestar.
La actual democracia de masas se diseñó para que este sector se acoplara
pasivamente a la deriva de los acontecimientos y no estorbara su programada
trayectoria. Lo del tercio laocrático es en la práctica un espejismo.
La sombra de la actual Unión Europea es alargada, porque el
asunto de lo federal también viene de acá, y desde luego no es en manera alguna
cuestionado en sus objetivos y métodos por la principal formación conservadora
española. A la que mejor conviene denominar “facción derecha de la izquierda”.
Todo este asunto se clarifica si pensamos el decurso histórico de la joven
nación durante los siglos XIX y XX; también si prestamos atención al singular
ciclo político celtibérico y a la circulación de sus élites. Y recordar que
como señala Gaston Bouthoul las civilizaciones aunque puedan ser
destruidas por la guerra no mueren sino por la memoria.
Muchos, en la
izquierda y la derecha, siguen pensando que vivimos en una sociedad
burguesa y mantienen posiciones decimonónicas en torno a las realidades
políticas que difícilmente explican o permiten comprender estas. La sociedad
burguesa se extinguió en la mayor parte de los países europeos durante la
primera mitad del siglo XX, lo hizo con ocasión de la Gran Guerra. Una suerte
de infanticidio dirigido que afectó a las naciones supuestamente más
desarrolladas y civilizadas que sacrificaron en esta guerra una parte nada
despreciable de su juventud. Y es que en toda sociedad hay enfrentamientos
entre generaciones y envidia de los padres hacia los hijos, que muchas veces
son sacrificados para propiciar la perennidad de la obra de sus mayores. La
gerontocracia, sistema verosímil de gobierno real de la ciudad antigua,
curiosamente ha retornado en la Modernidad. Suponiendo que la Modernidad no sea otra cosa que una
etiqueta para designar un engaño rotundo y recesivo. Comte veía un
futuro donde los humanos pasarían a reproducirse mediante partenogénesis.
En los Estados Unidos, antes de la Segunda Guerra mundial,
dio comienzo la gran mutación del capitalismo que James Burham (1905-1987)
denominó “revolución de los managers”. De hecho son los Estados
Unidos, mucho más que la Union Soviética, responsables de la erosión y borrado
de la sociedad burguesa. Considerada su coco personal por el Vaticano, ya que
esta manera de entender la civilización siempre llevó incorporada una
desconfianza bastante sana hacia los clericalismos y la “teocracia”. Todo
cambio de civilización implica, seguimos con Bouthoul, una suerte de ruptura
psicológica.
La radicalización actual de la clase corporativa, que
propulsa a la vez la Tecnocracia y los discursos y prácticas “woke”, ha tenido
un largo periodo de incubación. Vinculado entre otras cosas a la génesis del
Estado Terapéutico. Por descontado que el conservador o el liberal español, en
su gran mayoría, no se enteran apenas de nada, careciendo de recursos teóricos
para tomar conciencia de estas nuevas realidades que ya surgieron al otro lado
del Atlántico antes de los años setenta del siglo pasado. Pero la neblina
católica no permite ver el bosque, ni entender nada en condiciones,
fundamentalmente porque el orden gestáltico de percepción de esta agrupación,
que tiene al borrego como arquetipo a imitar, tiene sus propias modulaciones y
ritmos.
Desde la caída de los Estados Pontificios y la fundación de
la nación italiana, entra en una peculiar sintonía con los desarrollos de lo
que denominan “el siglo”. Un actualismo bizarro preñado de intrigas disfrazadas
con retorica plúmbea y un aroma toxico a incienso. Lo que tuviera de conexión
con lo sobrenatural esta escolanía, lo dejó arrumbado en algún momento del
siglo XIII o XIV. No voy a perder el tiempo con esto, está a la vista la
connivencia del catolicismo, no solo el oficial, con muchas de las peores
tendencias disolutivas experimentadas en los últimos cien años. El papa actual,
un evoliano pero de Jordi Évole, es solo la culminación de un proceso no una
excepción. Del mismo modo que Sánchez no es el “malo” de un western sino el
sucesor legitimo de una cadena de merluzos y criminales, con prosapia que se
remonta al último tercio del siglo XIX. No es causalidad que haya sido
designado presidente de la Internacional Socialista. El conservador español en
general no sabe qué es lo que hay que conservar ni porqué, Fraga decía
que "lo valioso". Y el liberal entiende que liberalismo es poder
participar exitosamente en los negocios propios de una sociedad basada en el
“capitalismo de amigos” y hacer su fortunita. Y luego a predicar sobre la
Escuela de Salamanca.
La falta de credibilidad de Felipe González o Esperanza
Aguirre, que vuelven a la palestra, es absoluta al menos para mentes en
condiciones adosadas a cuerpos que no requieran intercambios feudales para su
mantenimiento. Y es que para poder pasar a las nuevas generaciones las
transmisiones necesarias y poder conservar la civilización es preciso ordenar
los recuerdos. Ordenarlos y muchas veces inculcarlos de manera teatral bajo el
formato de ideas morales o religiosas. Hoy vivimos una época de conversiones
pero ni funciona inculcar, ni se consigue borrar con eficacia. La sustitución
del legado del pasado exige pues proponer desde lo digital mediático una
imposibilidad de transmisión. Ya que los intentos de forjar la identidad del
“hombre nuevo”, en la reedición soviética que tomaba como punto de partida el
guiñapo humano producto de casi 1500 años de “buena nueva”, con los recursos
pedagógicos y propagandísticos de la era eléctrica ha fracasado de modo
manifiesto. Ya queda sólo la química y los túneles bajo lagos suizos donde se
agitan los djinn a los que llaman
“cuantos”.
Una de las cuestiones, que emerge en los Estados Unidos y
forma ya parte inseparable de nuestra vida política, es la dificultad para
separar esta última de la psicología. Las raíces terapéuticas del “wokeismo”
son uno de los últimos desarrollos. La decadencia del liberalismo como
ideología se manifiesta aquí con claridad. La prevención de la infelicidad, sea
lo que sea lo que pueda significar eso, y la manipulación de los sentimientos
de colectivos ingentes, que posibilitan los medios de comunicación de masas
audiovisuales, han traído a la vida una nueva época. Las políticas de
identidad, la “critical race theory” o los nuevos enfoques transversales,
elaborados muchos de ellos en las universidades norteamericanas, sobre la
“justicia social” han contribuido a generar una ideología que difunden
organizaciones transnacionales: ONU, UE, OMS...Una nueva variante de
Cristianismo.
Se busca una reviviscencia colectiva dirigida y total. Pero
no llega a cristalizar. A pesar que la Ciencia llega ya al mundo interior,
habiendo abierto nuevos espacios como señalaba Carl Schmitt (1888-1985).
La victimización generalizada, y la sensibilidad terapéutica
que va impregnando los discursos políticos, están íntimamente vinculadas a la
industria de los cuidados: un especifico sector del Estado Terapéutico. También
a los usos y abusos de la televisión. Tanto Giovanni Sartori (1924-2017) como Karl Popper (1902-1994), cada uno en su
momento, mostraron su inquietud ante el impacto que la pequeña pantalla iba a
tener en las sociedades occidentales y su vida política.
Es durante los años sesenta en Norteamérica cuando surgen
los Daytime talk shows. Programas
matinales donde la gente airea sus problemáticas personales. El abuso,
el trauma y la ansiedad comienzan a formar parte de la experiencia colectiva.
Se inicia la politización de la infelicidad y el terapeutismo avanza de manera
exponencial. Los asuntos personales se han vuelto políticos, hay una continua
producción de “teoría” sobre el asunto que, aunque irrelevante desde un punto
de vista cognitivo, tiene un gran impacto en la sociedad. La creación de una
clase de idiotas mentalmente inestables completamente dependientes, psicológica
y materialmente, es uno de sus resultados más visibles. El neomujik es un
recurso valioso, el ideal de prójimo para el siglo XXI.
“Empoderar” y el frenesí nihilista que acompaña este término
grotesco, de una abyección estética irredimible, se convierte, gracias a la
televisión que da predominio al sentimiento sobre el pensamiento, en un
elemento básico de la vida política y social. Los seminarios sobre diversidad,
los espacios seguros, el temor a lo que se denomina microagresiones ponen a la
vista una desintegración de los vínculos sociales más básicos. Un marxismo de
corte neo maoísta. que busca el trastocamiento del legado de los antepasados para
mejor propulsar sus confusos ensueños totalitarios, trata de volver a la
palestra tras su desaparición en los años 90.
Lo que está envuelto en este asunto, desde el punto de vista
político, es la destrucción de la noción política de legitimidad y con ello el
fin de la democracia. La presidencia de Donald Trump fue cuestionada en
todo momento desde este ángulo. Los propulsores fueron los miembros de las
clases dirigentes que en modo alguno aceptaron el resultado de las elecciones.
Algo similar está teniendo lugar en Israel con Benjamin Netanyahu.
Señalar para terminar como en nuestro momento histórico y
político, español, europeo y global, con una guerra en ciernes de los Estados
Unidos con China y la desarrollada en Ucrania contra Rusia y ahora en Israel,
se percibe una perdida del sentido de realidad de las élites. Hay en paralelo
un cansancio político generalizado porque la política masiva ha hundido la
inteligencia hasta niveles abisales. Aunque está por ver aun si esto es
resultado de una búsqueda programada. Las élites declinantes pueden muy bien
pasar a sacrificar a sus dirigidos de manera gradual, alimentándose de ellos
como harían unos vampiros. Las nuevas tecnologías biológicas y la robótica
pueden perfectamente engendrar escenarios en esta dirección.
El materialismo femenino que encarna en los feminismos puede
abrir la puerta a escenarios inquietantes. Los griegos que sabían bastante de
esto habían hecho imposible esta situación. Pero el cristianismo, un credo para
semibestias, mejor aun: un conjunto de prácticas para reducir a semibestias a
los humanos, es ya otra cosa.
La psicología de masas durante la época del COVID ha hecho
un uso sistemático de esta circunstancia para favorecer los intereses del
complejo médico-farmacéutico. Con razón Jerónimo Molina destaca como la
democracia de masas partitocrática ha devenido un excelente instrumento de
dominación. Una de las características de nuestro tiempo es el intento de hacer
una revolución desde arriba por parte de las clases dirigentes de los países
occidentales o democráticos. La sensación de distopía es una percepción
acertada, no una patología. Quizá era eso a lo
que se refería Carl Schmitt con “la nueva llamada histórica”. Cuando se
quiere revolucionar todo seguramente se busca volver a situaciones consideradas
originarias y el futuro rutilante se confunde con las edades más oscuras,
fundamentalmente por la metodología utilizada: la movilización total y la
técnica desencadenada. En esta circunstancia aviesa donde lo universal y lo global
se confunden el desencanto del mundo
encubre un tipo peculiar de re encantamiento
y la rebelión de las masas oculta la más profunda y estricta sumisión de
sus componentes individuales. Porque las dos guerras del siglo XX tejieron
sobre los seres humanos una muy densa tela de araña de la que aun no han sido
capaces de escapar sus usuarios.
Y está por ver qué puedan significar hoy: “mar” y “tierra” o
“Este y Oeste”.
ENLACES A ARTÍCULOS DE JERÓNIMO
MOLINA MENCIONADOS EN PURA VIRTUD:
https://ideas.gaceta.es/la-necesaria-higiene-de-los-conceptos-politicos/
https://ideas.gaceta.es/sociobiologia-del-feminismo/
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