DE LA BODEGUILLA AL HOLOBIONTE

 Autor: Frank G. Rubio

El arte sigue siendo, con todo, el mejor indicador cuando los altares se despueblan. Ernst Jünger




No requería la lectura del fascinante e instructivo libro de Vitali Chentalinski sobre la represión y censura ejercidas por el régimen comunista soviético contra la literatura rusa, en las cuales participaron activamente centenares (quizá miles) de escritores como delatores, censores y turiferarios burocráticos pertenecientes a organizaciones presuntamente “culturales”, para dudar de la naturaleza herbívora y pastoril que difunden periodistas y académicos sobre la muy loada profesión de las letras. Me basta el trato con mis compañeros de oficio y sus necesarios adláteres: editores, libreros, críticos, profesores... para tener razones más que fundamentadas de sospecha. El muy zafio comentario que hiciera en su momento Juan Benet (1927-1993) sobre Solzhenitsyn (1918-2008) en el que, deseando la muerte al premio Nobel legitimaba el Gulag, unido con los grandes Procesos de Moscú, anexos a la liquidación de numerosos escritores por la inquisición bolchevique, simultaneado por mor de las circunstancias cronológicas con las “hazañas antifascistas” perpetradas en España por los “republicanos” e “internacionales”, dan bastante que pensar.

   Libro muy recomendable este De los archivos literarios del KGB, que puede ser perfectamente adquirido en el mercado del libro usado y cuya lectura será de gran utilidad a quienes deseen conocer las realidades históricas que se ocultan tras las arengas de los defensores de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez; marionetas de confusos y oscuros intereses financieros que pretenden, sin duda por nuestro bien, colocarnos una norma staliniana para que conozcamos mejor nuestro reciente pasado. Sin obviar, y ya son troika, a Vladimir Putin: descendiente directo de los carniceros/censores, al que suponemos nulo arrepentimiento. Entre otros heterogéneos héroes de tachuela de la actualidad vigente. Exacto: todos, como el papa argentino, tienen en común la defensa de la esclavitud y la tiranía en Cuba.

   El rodaje de la Covidistopía ha abierto la puerta al enmascaramiento visible y forzoso de muchos rostros pero al mismo tiempo, y no menos desafortunadamente, ha desprendido muchas máscaras y velos tras las que se camuflan semibestias variopintas que ahora muestran su verdadera naturaleza. Los mundos del periodismo y la literatura, hoy aviesamente mezclados con activismo, propaganda y desinformación (como lo estaban en los años  treinta), dan pie para numerosas y penosas anécdotas que hacen, y dicen, poco en favor de aquellos que pertrechados tras vestimentas intelectuales, literarias o académicas pretenden hablar por la Humanidad con la tonadilla de los seudovalores de “lo políticamente correcto”. Muy similar a como antes se hacía en nombre del “proletariado internacional” o “la lucha antifascista”.

   Pongamos que hablo de “los intelectuales”. El PP (el corrector ha escrito PSOE) para su próxima convención se va a traer a Steven Pinker y Mark Lilla de los Estados Unidos. Es todo tan grotesco y tan repugnante, como lo es la sociedad civil española que aporta y valora estas “apuestas”, que dan ganas de lanzar una sonora carcajada. Recientemente Savater, Escohotado y Vargas Llosa, entre otros, no dudaron en significarse (como pollastres en manos de Diógenes) con su apoyo a Ciudadanos. Un caso este pues, aparentemente cerrado, el de los rutilantes voceros de causas políticas, que ya lo estaba en cierto modo en mayo del sesenta y ocho pero que tras la Caída del Muro no da para mucho más. Aunque obviamente la Izquierda (y no sólo ella como hemos apuntado más arriba), cuyas ideas han evolucionado poquísimo, trata de resucitar periódicamente con muy poco éxito viejos reestrenos que resultan caricaturescos y apolillados en grado sumo.

   Hoy para modular a las masas no hay que movilizarlas sino encerrarlas con una “plandemia” y acentuar en ellas una pasividad catódico-digital netamente porcina. Ophrah, Mercedes Milá o la Covid son mucho más eficientes, para conseguir los fines de los creadores del espejismo global que trata de avasallarnos, que lo pudiera ser Sartre en los mejores momentos para el Partido Comunista francés. El mundo avanza que no es lo mismo decir que progresa. Los únicos que progresan son ya los “progresistas”.

   Cuando un grupo de intelectuales y ciudadanos, dados a los manifiestos antifascistas, incluyen entre sus filas a paquetes como Ian Gibson o Federico Mayor Zaragoza y portan como estrella a Almudena Grandes es obvio que su causa está perdida. No es casual que Ms Wonderful no haya prestado su junco infinito al aquelarre, sabía muy bien por donde iba a soplar el viento en las elecciones a Presidenta del Séptimo Círculo. Zarcillos secundarios en cambio como Muñoz Molina siguen, erre que erre, haciendo un ridículo que resulta ya rutinario en su trayectoria pública de caricato del intelectual crítico. Quejoso al descubrir que otros escritores, bastante más justamente prestigiados, le reconvienen la inoportunidad de su compromiso no da marcha atrás sino que vuelve a la carga con su linda señora y se lanza a coescribir un articulo, tan gris como cualquiera que  podamos imaginar salido de sus plumas, donde afirman considerarse amenazados por un anónimo encontrado en su buzón, obviamente no reproducido, que muestra palmariamente según los afectados el odio contra ellos que inunda las redes y los medios que no dependen de la cadena SER o la Sexta. 

   Esta gente, contemporánea de un gobierno con luminarias como el astronauta Pedro Duque, ya eyectado al espacio exterior, y Manuel Castells (“intelectual de redes”), escribe pésimamente. Como muy bien intuyeron las buenas gentes de La Fiera Literaria en su momento de otros anfibios muy similares que los precedieron. Es gente, con  poquísimas cosas originales o válidas que contar, con el carnet del PSOE en la boca o el chip futuro de pertenencia al cónclave que la MMMI (Mujer, Médico, Madre e Idiota) y el renacuajo aficionado a las coces y a las mezclas venenosas ingeridas a altas horas de la noche están generando para identidades fluidas, no da para mucho más.

   La Bodeguilla ha sido precintada por el nuevo milenio, señor AGW, y esta gentecilla salida de la universidad: los “hijos de González”, no vale “pa ná” por mucho que usted y Soros los hayan escogido para la gloria. No dan la talla y no les arriendo a ustedes la ganancia.

   Vivimos tiempos interesantes en verdad tiempos en que resulta bastante más nutritivo intelectualmente releer a Ortega, para mejor reflexionar sobre sus graves errores de concepción y previsión sobre Europa. Mejor esto que continuar tratando de encontrar algo no garrulo en “holobiontes” de maceta de geranio, gestionados por los saberes de gente de primera como puedan serlo Pepa Bueno o Ada Colau.

   Y este era pues el futuro.

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